miércoles, 16 de noviembre de 2011

Historia

Las regiones montañosas de San Agustín y el valle de La Plata, en las cabeceras del río Magdalena, fueron habitadas de forma continua desde el año 1000 a.C. hasta la conquista europea. Durante los períodos FormativoClásico Regional y Reciente las sociedades de agricultores, ceramistas y escultores crecieron de manera gradual y se distribuyeron en aldeas cada vez más centralizadas.

Durante el período Formativo, entre 1000 a.C y 1 d.C., pequeñas sociedades agrícolas vieron surgir las primeras jerarquías sociales. En este período fue una práctica común retirar los huesos de las tumbas después de cierto tiempo y guardarlos en urnas funerarias de cerámica. Estas se colocaban en tumbas de pozo con cámara lateral, a veces con narigueras de  o de tumbaga.

En el Clásico Regional, que duró asimismo un milenio, entre 1 y 900 d.C., las diferencias sociales se acentuaron en el ámbito religioso, manifestándose en la construcción de monumentos funerarios. Las tumbas tenían pocos elementos suntuarios; algunas contenían diademas, collares, vasijas u objetos de madera. Algunos líderes del período Clásico Regional se enterraron también con ajuares que contenían objetos de oro, aunque parece ser que el uso y la acumulación de  de orfebrería no fueron tan comunes aquí como en Calima. Se destaca un colgante en forma de pez alado y llama la atención un pequeño colgante similar a las estatuas de piedra, comunes en la región durante el período Clásico Regional.

En efecto, lo más notorio de este período fue que las comunidades trabajaron en resaltar el poder y el prestigio de sus caciques construyéndoles monumentos funerarios acompañados por estatuas talladas en toba volcánica y  por montículos de tierra. Estas esculturas de agresivas fauces felinas hoy hacen famoso al Alto Magdalena.

Durante el período Reciente, desde 900 a 1500 d.C., la población aumentó y continuó viviendo en las mismas aldeas, bajo nuevos líderes que basaron su poder en el control de la economía. Sus sepulturas contienen vasijas de cerámica de uso doméstico.

Descubrimiento del sitio y trabajos posteriores

Desde mediados del siglo XVI (1536-1539) la región del sur de los Andes de Colombia fue cruzada por expedicionarios españoles, quienes fundaron allí poblaciones que en poco tiempo tendrían gran significación en el proceso colonizador, como PastoPopayánAlmaguerTimaná y otras. Sebastián de Belalcázar y García de Toledoavanzaron por las tierras del Macizo hasta llegar al Alto Magdalena, precisamente donde se ubica San Agustín, antes de que el primero de ellos siguiera hacia el norte para encontrarse con las huestes de Gonzalo Jiménez de Quesada en las tierras de los muiscas, donde acababa de fundarse Bogotá. A estas expediciones siguieron otras, que entraron en contacto con grupos indígenas que allí moraban y a las cuales se refieren varios documentos que reposan en los archivos de Colombia y España. Sin embargo, en ninguna de estas fuentes aparece noticia alguna relacionada con los monumentos arqueológicos de San Agustín, ni los indígenas de la zona revelaron su existencia a los recién llegados. A partir del siglo XVIII, cuando se inició la acción destructora de los buscadores de tesoros se empezaron a conocer los trabajos escultóricos que residían en la zona.
La primera información acerca de las ruinas arqueológicas de San Agustín aparece en la obra Maravillas de la Naturaleza, escrita por el misionero mallorquín Fray Juan de Santa Gertrudis, de la Orden Observante, quien visitó varias veces el lugar, la primera en el año de 1756. Su crónica de viaje, inicia en Cartagena de Indias y terminada en Lima, permaneció inédita en Palma de Mallorca por cerca de dos siglos, hasta cuando en 1956 fue enviada a Colombia una copia del manuscrito y publicada en el mismo año en la serie Biblioteca de la Presidencia

Es una descripción muy superficial de algunos de los monumentos, Santa Gertrudis cuenta cómo ya desde esa época buscadores de tesoros se empeñaban en remover las estructuras funerarias. Siguieron después la visita del naturalista Francisco José de Caldas (1797), del geógrafo y cartógrafo italiano Agustín Codazzi (1857) y Carlos Cuervo Márquez (1892), entre los principales del siglo pasado. En 1914 es cuando realmente se inicia el estudio científico de tales vestigios, con la visita a la región del investigador alemán K. Th. Preuss y posteriormente con las exploraciones del arqueólogo español José Pérez de Barradas y del colombiano Gregorio Hernández de Alba (1937), Luis Duque GómezEduardo Unda y Tiberio López(1943-1960), Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff (1966), Luis Duque Gómez y Julio César Cubillos, misión esta última que adelantó la más intensa exploración de los yacimientos, en temporadas de trabajo que se extendieron desde 1970 hasta 1977, bajo el patrocinio de la Corporación Nacional de Turismo de Colombia y de la Fundación de Investigaciones Arqueológicas del Banco de la República de Colombia.

El pueblo escultor

La investigación arqueológica ha facilitado la reconstrucción de buena parte de las pautas culturales de este pueblo que habitara el alto Magdalena. Se sabe hoy que la base principal de su sustentación económica fue la agricultura del maíz, del maní, del chontaduro (guliehna gasipaes) y de la yuca, sumada a actividades complementarias de pesca y caza. Evidencias de tales labores han sido comprobadas en estratos que datan del siglo VII a. C. y que explican los rasgos fundamentales de su arte escultórico, íntimamente relacionado con sus concepciones mágico-religiosas. Esto contrasta notablemente con la estructura simple de sus viviendas, que eran de planta circular y de cubierta pajiza, hecho que explica plenamente Cieza de León (1518-1560), un cronista de la Conquista.
Las casas estaban construidas con materiales perecederos, por lo cual no han quedado de ellas más señales que los orificios donde se hincaron los maderos redondos que formaban sus muros y que sostenían los techos, formando recintos de tres, cinco y hasta nueve metros de diámetro, estos últimos destinados al parecer, a la morada de los jefes de la tribu o de los Mohánes o chamanes. Una habitación la formaban generalmente varios bohíos, situados a gran proximidad unos de otros. Allí tenían sus dormitorios, sus fogones, que eran tres o cuatro piedras semi-redondeadas, sobre las que colocaban las vasijas destinadas a la cocción de alimentos, cuando no empleaban las ollas trípodes, de soportes altos y macizos. También aparecen dentro del perímetro de las casas, o muy próximas a ellas, huellas de sus pequeños talleres y los lugares señalados para arrojar los desperdicios.
La orografía de la región, caracterizada por suaves ondulaciones de origen volcánico, delimitadas por el curso de numerosos arroyos y quebradas, determinó una pauta de poblamiento disperso en el área de San Agustín, similar a la que se observaba en las demás regiones de lo que es hoy Colombia y que aún persiste en el ámbito rural.
Los núcleos de población coinciden generalmente con el emplazamiento de grupos de estatuas y estas últimas con los sitios donde se ubican los cementerios. El Crecido número de sepulcros indica, o bien una alta densidad de población en aquellos tiempos, o bien la existencia aquí de un centro ceremonial, consagrado al culto de los muertos. La presencia de estatuas y de cementerios en casi todas las lomas de la región, es un claro testimonio de la dilatada extensión territorial que habría tenido este supuesto centro, a través de los actuales municipios de San AgustínSan José de Isnos y Salado blanco, en donde se congregarían periódicamente las tribus que poblaban las áreas vecinas y las que tenían sus propias estancias en aquellos lugares, especialmente los escultores y los jefes religiosos, para la práctica de las ceremonias propias del culto funerario.

Vestidos y adornos personales

Muchas de las figuras antropomorfas que representan las estatuas, aparecen completamente desnudas o sólo con ligeros cubre-sexos y con algunos adornos, como collares, pulseras, narigueras y orejeras. Este hecho es curioso, puesto que el área de San Agustín es una región en la que predomina un clima medianamente templado y éste se enfría considerablemente a medida que se asciende al Valle de las Papas. Quizás ello permita afirmar que se trata de un pueblo que tuvo una prolongada estancia en tierras bajas antes de alcanzar los lugares donde labraron sus estatuas. Varias esculturas presentan, sin embargo, faldellines y sombreros, los primeros confeccionados con tela, hechas de corteza de árbol, como lo acostumbran muchas tribus de la Amazonía. Los implementos para el hilado, como volantes de husos, son particularmente escasos en el registro de los elementos hallados en las excavaciones arqueológicas realizadas. Los adornos fueron variados, como collares de cuentas de piedra caliza y de piedra dura, estas últimas de color verde azulado, tubulares, con orificio longitudinal; cuentas de concha, de semillas, de hueso y de oro; narigueras de orfebrería, circulares, laminadas o a manera de alambres retorcidos, con engarces de cuentas de cuerno o de piedra; pendientes de oro macizo, figurando en algunos águilas diminutas; diademas de oro, orejeras y otros adornos que han sido encontrados en las excavaciones y que coinciden en su forma con los que se observan en las estatuas.

Ubicacion Geografica

Cerca de los paramos donde nacen juntos los ríos Magdalena, Cuaca, Patía y Caquetá, montañas frías habitualmente cubiertas de neblina y azotadas por la llovizna, se encuentra los monumentos de la civilización de San Agustín.

Allí vivió un pueblo que solo conocemos por sus restos arqueológicos y que desarrolló una cultura que si, por un lado, ha sido un misterio, por otro nos declara muchas realidades sobre la antigüedad del hombre en América, sobre las vías que pudo seguir la inmigración asiática a nuestro territorio y sobre el grado que pudo lograr en su cultura espiritual.

La aldea de San Agustín, centro principal donde se han descubierto extraños monumentos designados con su nombre, se halla en una alta meseta a 1.636 metros sobre el nivel del mar, en territorio huilense, dentro de la horqueta que forman, corriendo al fondo de profundos cañones, el río Magdalena y el Sombrerillo, uno de sus primeros afluentes por la banda derecha.

Ya en la población de San Agustín puede ver el viajero muchas estatuas, tallas y cerámicas que son otros tantos restos de antiquísimos moradores de la región. Pero lo más sorprendente desde el punto de vista arqueológico, se halla más allá, en las Mesitas de Uyumbe y en sus cercanas laderas, hoy convertidas en uno de los Parques Arqueológicos más interesantes de América, obra que debemos a la inteligencia y fervor científico de Luis Duque Gómez.

    

Vivienda

Las  estaban construidas con columnas de  clavadas en  circular; los muros eran de bahareque, recubierto de barro; el diámetro era de tres metros mínimos; el techo era cónico y de paja.

Formaban bohíos construidos cerca de las corrientes de , a las cuales iban caminos, cuyas huellas todavía se advierten. En algunas de las habitaciones se encuentran tumbas. Cerca de las casa hay muestras de los talleres y huellas de las  y fogones. No se han encontrado señales de pueblos o aldeas; probablemente vivían, dispersos dentro de una extensión bastante grande.

Economia

Se puede afirmar que la economía agustiniana se basó en el cultivo del maíz, complementado con el de los tubérculos y frutos, así como por la casa y la pesca. Además durante las ultimas fases del poblamiento el maní procedentes de las selvas del oriente, el cual desempeño un  importante en la alimentación.

Es factible que la población de San Agustín mantuviera a lo largo de su historia un control vertical sobre los diversos pisos térmicos posibles, en este caso una densa población habría tenido acceso a un sinnúmero de recursos propios de tierras de muy diversos climas, desde los páramos hasta las templadas vertientes del ramal andino.

Organizacion Politica

Poco se puede afirmar sobre el modelo de organización política de este pueblo escultor. La sociedad agustiniana se organizaba en "Cacicazgos" con una clara estratificación social y económica de la población. En este caso, el papel de los líderes políticos y religiosos habría sido destacado, sin embargo, es seguro que los pobladores más tardíos no tenían un sistema complejo de organización política.

Es posible que el poder de los caciques del alto magdalena en la región del Alto Magdalena en el siglo XVI cuente un modelo básicamente tribal; los roles políticos aún no estaban plenamente desarrollados y su poder dependía de la voluntad popular. Se presume asimismo, que la familia fue la base de la sociedad y que los agustinianos habitaron en casa muy juntas unas de otras.

martes, 15 de noviembre de 2011

Monumentos

Los antiguos habitantes de San Agustín transmitieron hereditariamente las técnicas y los secretos del oficio de la escultura su poder residía precisamente en el arte de su estatuaria.

La boca cuadrada de colmillos prominentes, imagen que aparece con mucha frecuencia en San Agustín, se relaciona con el mito del jaguar y es considerada como un emblema protector. Este tema, así como el de la dualidad águila - serpiente, se repite en las representaciones artísticas de los antiguos habitantes de México, Perú y otras zonas arqueológicas de .

El Jaguar es en muchas culturas, representación de una deidad mayor o principal, tal vez por estar en la cima de la pirámide ecológica, ya que es el gran depredador de América, pero también tiene claras intenciones chamánicas. El Chaman cuando muere se dice, retorna a la región en forma de tigre, por esta razón durante su vida, él puede hacer excursiones tomando forma de Jaguar y puede matar si lo desea. Cada Chaman posee una piel de Jaguar para usarla cuando toma esta forma y la posesión de la piel le confiere el poder de resucitar en forma de Tigre.